En el Nombre del Padre

Sabemos que la pregunta: ¿Qué es un Padre? inquietó a Freud desde sus primeros escritos, pregunta a la que no pudo dar respuesta pese a que no dudó en colocar al Padre en un lugar preeminente de su teoría, así es que no podemos hablar de Complejo de Edipo sin colocar en su centro la función del Padre
Lacan recogió el guante y quiso sacarle todo el ropaje imaginario al Edipo y, en especial, a la figura del Padre. El Padre es referencial, los padres que traen los pacientes en su relato son los padres fantasmáticos.
A lo largo de su obra, Lacan ha definido diferentes conceptos relacionados con el Padre y les ha asignado diversos nombres. Ha mencionado al Padre Real, al Padre Simbólico y al Padre Imaginario, atribuyendo a cada uno una función específica dentro de los tiempos lógicos del complejo de Edipo, según expone en el Seminario 5.
Años más tarde, en el Seminario 22, “RSI”, aborda lo Imaginario, lo Real y lo Simbólico como tres anillos entrelazados en una estructura borromea sostenida por un cuarto elemento denominado Nombre del Padre. A partir de este cuarto anillo quedan distinguidos los tres redondeles, ahora se los puede nombrar a cada uno en forma diferente: RSI. O sea que ahora el cuarto tiene la función nominante del Nombre del Padre

El Padre es un Nombre cuyo referente no responde a la verdad de una experiencia sino que está sostenido por la fe en este nombre. La Madre es cierta, pero el Padre no lo es. Precisamente la incertidumbre sobre la paternidad hace que debamos sostener su nombre en la fe de la palabra que lo nombra o sea en la creencia de la verdad que porta esa palabra Si el Padre es un Nombre, ¿esto indica que el Nombre del Padre es el nombre propio del padre?, su apellido? El Nombre del Padre no es el nombre propio del padre, aunque éste le concierna. “Es el nombre que es propio del padre como
nombre, como nombrado y también, como nombrante.”.
Si bien queda claro que no podemos hacer una identidad entre el nombre propio del padre y la función Nombre del Padre, pese a que ambos términos están indisolublemente unidos, sus funciones y las consecuencias de las alteraciones en su funcionamiento son socialmente muy diferentes. Pensemos en las repercusiones que tendría cualquier modificación en la literalidad del nombre, cambio de alguna de sus letras o de su pronunciación, sus efectos se harían sentir no sólo en la persona, sino en las generaciones sucesivas.
Recordemos los intentos de cambio de nombre en momentos de las distintas persecuciones históricas, por ej. los armenios que lograron salvarse de las 2 masacres turcas, tuvieron que ” turquizar” los apellidos, sacarle los “ian” para no ser perseguidos.

En fin, actualmente los cambios de nombres de pila son cada vez más comunes, reflejando una mayor tolerancia a los cambios en la elección de género, que se proponen como distintas “identidades”. El nombre propio, que incluye el nombre de pila y el apellido, divide al sujeto, porque cuando el sujeto quiere captar su identidad a través de su nombre propio, encuentra que ese nombre le vino de afuera y no le permite aprehender por sí su identidad, ya que tanto el nombre como el apellido procede de sus padres y esto ya implica estar “sometido al deseo del Otro, tener parte del deseo del Otro dentro de la propia identidad”.
El nombre de pila esconde muchos secretos, anhelos y fantasías de los padres.
¡¡Y qué no decir de los nombres que inventa el amor!!

La función radical del Nombre del Padre es dar nombre a las cosas. El “decir” del Padre se hace acto cuando nombra El Padre, al nombrar, efectúa un acto que es el acontecimiento que funda al sujeto,
que lo constituye.
Lacan comenzó a hablar del Nombre del Padre a partir de la Metáfora Paterna El Nombre del Padre en la Metáfora Paterna le da significado al sujeto, una significación fálica. El significado le llega al sujeto desde el lugar del Otro en forma invertida e introduce al Falo como significación, no como significante.
Este padre no es la persona de carne y hueso, sino que, precisamente encuentra en la metáfora paterna la operación que lo funda como Padre Simbólico y funda simultáneamente al sujeto del inconsciente. La metáfora es la operación simbólica creadora de significación
En “Las Formaciones del inconsciente”, Lacan lo dice con todas las letras: “el padre simbólico es lo siguiente: el padre es una metáfora”.

Desde Freud podemos decir que el Padre Simbólico es el Padre Muerto, pero la muerte del padre, el asesinato del padre, no acaba con el padre sino todo lo contrario, lo instaura como tal. El jefe de la horda, terrible y gozador no fungía como padre, recién cuando la horda fraterna comete el asesinato, surge la Ley y, en consecuencia, la función paterna. La Ley que funda el deseo La horda fraterna terminó devorando el cadáver del padre, es decir que los hermanos en la ceremonia de la comida totémica hicieron una incorporación simbólica de su fuerza, no de la fuerza física, la fuerza de la Ley del Padre.
Por odio lo matan, por amor lo comen. Esta “incorporación” simbólica se vuelve la identificación primaria al Padre como Ideal del Yo, más sencillamente diríamos que es la incorporación del significante, de lo Simbólico. El primer cuerpo de lo Simbólico hace al segundo cuerpo, el Imaginario, por incorporarse allí.
En el banquete totémico el cadáver del padre es trozado y distribuido, ¿cómo no remitirnos a la comunión cristiana, “tomad y comed, este es mi cuerpo”, o a los cortes kosher de la carne de animales que son sacrificados bajo las normas rabínicas? Estas ceremonias muestran el valor simbólico del corte corporal, relacionado con la noción lacaniana del objeto “a”, en la que el significante troza el cuerpo libidinal.

El término Nombre del Padre proviene de la religión católica. No es extraño que lo haya tomado Lacan ya que provenía de una familia creyente.
Los Lacan eran cuatro hermanos, todos ellos llevaban el mismo nombre de pila: “Marie”
Jacques Marie Emile, Marc Marie que fue Abad, o sea religioso, Raymond Marie Charles y Madelaine Marie. ¿Qué valor tenía el “Marie”? Fue un nombre femenino, ¿algo del deseo materno marcando la identidad de cada hijo con su sello?
La referencia religiosa que nos da Lacan para explicar su elección del término “Nombre del Padre es el episodio bíblico del encuentro de Moisés con Dios, quien le ordena transmitir su mensaje al pueblo judío. Es entonces que Moisés le responde que transmitirá su mensaje al pueblo, pero me preguntarán con quién he hablado y qué les digo, ¿cuál es Tu Nombre? Dios le responde: “Soy el que soy”, Lacan lo
cambia un poco y traduce: “Yo soy lo que es el yo-Je”, esto destaca algo fundamental de la nominación: luego de la invocación al Padre, luego de decir “En el Nombre del Padre”, alguien puede levantarse y responder:” Yo-Je”. Por ej. en el “Nombre del Padre, yo-Je te bautizo”. En el lugar del Padre, yo-Je ejerzo la fuerza performativa que ese lugar me otorga y realizo el acto simbólico de convertirte en miembro de la iglesia católica.
La nominación es un DECIR que produce un “acontecimiento”, o sea que hace advenir otra cosa que lo que ya estaba ahí, el acontecimiento produce una nueva manera de “ser”. Para Lacan “no hay acontecimiento sino del decir”. El decir no se confunde con un habla cualquiera, con una palabra vacía. El decir ex-siste al dicho, o sea que puedo escuchar el dicho de un lapsus, por ej. ese dicho del inconsciente,
pero al “decir” no lo escucho, me remite al lugar de enunciación, al lugar de la causa del deseo que da origen a ese decir Del Nombre del Padre pasamos a su pluralización, los Nombres del Padre, entonces
cabe la pregunta: ¿cuántos nombres tiene el Padre? En el prefacio que Lacan escribió a El despertar de la primavera de Wedekind escribe:
“Pero el Padre tiene tantos nombres que no hay Uno que le convenga, salvo el Nombre de Nombre de Nombre. No hay Nombre que sea su Nombre-Propio, salvo el Nombre como ex-sistencia”
Se ha señalado que el Nombre del Padre constituye un acontecimiento en el acto de nominación; en este texto surge una estructura triple del Nombre. Surge la cuestión de qué implica esta triplicación del Nombre.
Erik Porge aporta una explicación bastante clara. Dice que los tres Nombres se refieren a los tres modos de ser del Padre.

Primero, el Padre que nombra. el Padre del Nombre. Segundo el Padre que responde a la pregunta por su nombre: “Yo Je soy el que soy” Tercero el Padre nombrado por la madre y que ocupa su lugar en la Metáfora Paterna- (Aquí, me parece, que habría que pensar bien si el Deseo de la Madre, que es el significante elidido en la Metáfora, puede hacerse equivalente al hecho de que una mujer Nombre a un hombre como el Padre de su hijo).

Resumiendo: El Nombre del Padre es el Nombre al que responde, sin identificarse, aquel que, nombrado por la madre, nombra La sincronía de los tres modos de ser del Padre se superpone a la diacronía de las
tres generaciones: hijo de un padre, padre de un hijo, hijo de un padre nuevamente. Pero no se trata de los personajes, se trata de los decires que han pasado a través de las generaciones, que han dejado restos de goce que aparecen como fijaciones cristalizadas. Sobre todo en los psicoanálisis con niños se presentan estos efectos que nos interrogan, los decires de algún abuelo…
Nos queda por entender el Nombre como ex-sistencia. Recordemos a ese personaje tan particular de la “tragedia infantil” El despertar de la Primavera de Wedekind que es “el Hombre enmascarado”. Este apelativo ya nos dice algo de la ex-sistencia del Nombre del Padre, nos dice que es puro semblante, como el significante, es sólo una máscara. Este personaje fue interpretado por el propio autor en la primera
representación de la obra en Berlín y, a quien, además, le dedica su ficción: “Al hombre enmascarado. El autor”. O sea que Wedekind le da a su Hombre enmascarado, el valor de nombre propio. La ficción fija un nombre propio al que Wedekind dedica una existencia que es puro semblante.

Lacan sigue dándole vueltas a la función y al sentido del Nombre del Padre hasta en sus últimos seminarios. Lo habían excomulgado y no pudo dictar el seminario de Los Nombres del Padre, prometió no hablar nunca más del tema. Es así como en 1974 recomienza lo que había creído poder terminar y dicta el seminario al que titula: Les Non dupes errent, que es exactamente homofónico a Les noms du père.
¿Entonces, es el mismo seminario o es otro? Lacan nos responde: “Estos dos términos Los Nombres del Padre y Los no incautos yerran puestos en palabras es el mismo saber, en los dos. Es el mismo saber en el sentido en que el inconsciente es un saber del cual el sujeto puede descifrarse. Pero en los dos casos, aunque es el mismo saber no es el mismo sentido, no es el mismo sentido por razones de ortografía”. Es decir que los nombres distintos de los seminarios no tienen el mismo sentido porque se escriben diferente, aunque se escuchen igual. “No es lo mismo leer lo que se escribe que escribir lo que se dice”
No toda nominación responde a la función nominante del Padre. Lacan nos indica una profunda oposición entre dos formas de nombrar. Hay oposición entre el “Nombrar para” y el “Nombre del Padre”, son distintos modos de nombrar y, en consecuencia, producen distintos efectos.

Sigue diciendo Lacan:” Es bien extraño que aquí lo social tome un predominio de nudo, y que literalmente produzca la trama de tantas existencias; él detenta ese poder del “nombrar para” al punto de que después de todo, se restituye con ello un orden, un orden que es de hierro”. Lo social detenta el poder de nombrar para, esta forma de nominación anuda con un nudo de hierro del que no es posible zafar, esta
nominación es un destino. “El Nombre del Padre está forcluido, rechazado, es el principio de la locura misma, ¿acaso ese “nombrar para” no es el signo de una degeneración catastrófica? “El desfiladero del significante por el cual pasa al ejercicio el amor, es precisamente ese Nombre del Padre que sólo es NO al nivel del decir y que se amoneda por la voz de la madre en el decir No de cierto número de prohibiciones. Pero ese Nombre del Padre puede ser sustituido por el ser “nombrado para algo”, aquí es ella, la madre, que se basta por sí sola para imponer su deseo. Creo que en este punto cabe lo que Soledad Miloz propone: la puesta en juego del estrago materno como estructural, pero además, tenemos que ver la fuerza social que va adquiriendo esta modalidad de nominar.
Creo que es necesario cuestionarnos como analistas qué posición ética tomar en relación con la subjetividad de esta época.
En estos tiempos de caída de la autoridad paterna, donde hay un apogeo sin precedente histórico de la equivalencia sociológica de los sexos, las técnicas reproductivas que generan tanta posibilidad de acceso a un hijo , como nos describía Giselle Lepera, la oferta casi sin freno a la omnipotencia de la ciencia y a
toda forma de tecnología, ¿ es posible seguir recurriendo a la nostálgica “autoridad” del Padre?, ¿hay Padre de la realidad que pueda ejercer la función nominante, sostener el No del Nombre?, el poder decir No al todo goce, poder decir No en mi nombre?

Juana San Román
Jornadas de Reanudados en el 30 aniversario de la fundación de Nudo Psicoanalítico –
Buenos Aires, 6 de septiembre de 2025

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